Ojalá hagamos de la felicidad una cosa profunda. Ojalá no la confundamos con la estupidez jamás, jamás.


(Angélica Lidell)


viernes, 9 de septiembre de 2011

Melancolía diaria.

Te miro tanto y no estás, no apareces.
No vienes a mi puerta
                   ni llamas a mis ojos
No te encuentro en los bares,
en la arena ni bajo las

piedras de la calle.
No es tu sombra reflejada en
el asfalto mojado, como
lomos de atún.
No son tus manos suaves como
las uvas: es la lluvia, fina y
gris, constante, engañosa, resbalando por mis dedos.


Te fui a buscar una mañana.
Pero habías salido hace años. 



Las huellas impresas en el barro por tus botas el día que te marchaste.