Ojalá hagamos de la felicidad una cosa profunda. Ojalá no la confundamos con la estupidez jamás, jamás.


(Angélica Lidell)


martes, 17 de marzo de 2009

A D. no le gustaba recordar su infancia.
Porque no se sentía siempre cansado al final del día.
Porque todo era más facil y la importancia de las cosas duraba poco.
El horizonte era más cercano.

A D. no le gustaba recordar su infancia
porque recordaba la destrucción de su paraiso.
La soledad en su casa. Tener más de una casa.
El asiento del copiloto vacio delante de él.

A D. no le gustaba recordar su infancia...
...porque aquel hombre feo y casi ciego
le había tocado ahí donde un dios absurdo dice que no hay que tocarse.
Demasiadas veces. Demasiado tiempo.
...y ese dios estúpido nunca le escuchó, ni le hizo olvidar.
Solo, cansado de esperar, tuvo que vomitarselo todo a sus padres.
Y D. dejó de ser un niño.

A D. no le gustaba recordar su infancia.
El amor incondicional. No estar enamorado, eso no existía.
El olor a bata usada. El tacto de las baldosas de casa.
Mirar a papá y mamá besarse, desde debajo de la mesa de la cocina, muerto de vergüenza y alegría.
Sus hermanas.
Y esa felicidad que le desespera.

1 comentario:

  1. E. apenas recuerda nada de esa infancia porque quizas q dsd pekeña aprehendiera a borrarlo todo se su memoria...y sin darse cuenta, E. no tnia conciencia d q era consciente.

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