Ojalá hagamos de la felicidad una cosa profunda. Ojalá no la confundamos con la estupidez jamás, jamás.


(Angélica Lidell)


lunes, 16 de mayo de 2011

...aquella niña le había estado mirando durante todos aquellos días. La atracción había surgido de un lugar profundo, más allá del deseo de la carne, pero también más allá de una mera curiosidad infantil maravillada. Sí, es cierto que había algo desbordante, como un río sin nombre, como un tumulto de gritos apagados, que  daba un aire de asexualidad a esa atracción. Pero ahí estaba.
Y así fue que con el paso de los pies sobre el mismo suelo y hablar y compartir una fantasía, se encontraron tras el ciclorama y estalló algo que ya no era esperado... . Todo se desmoronó y ambos se perdieron en sus propias conjeturas tan rápido como se habían cruzado las primeras miradas. 

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