Ojalá hagamos de la felicidad una cosa profunda. Ojalá no la confundamos con la estupidez jamás, jamás.


(Angélica Lidell)


sábado, 11 de julio de 2009

Adelantándome.

Estaba siguiendo un orden con las mentiras y sus extensiones.

Lo rompo ahora.

Mentira...
He olvidado de donde vengo...

Porque aun no he ido a ningún sitio.
Aun no viajé nunca de verdad. Yo no he visto nada. No he probado nada. Estoy estacionado.

Vivimos en una cultura que valora mucho la posibilidad de estacionarse.
Encontrar tu puesto de trabajo, tu pareja, tu piso, tu cuenta de correo, tu ciudad, tu país, tu lengua, tu partido político, tus sentimientos, tu realidad...

A lo mejor no. A lo mejor tú sí has vivido otras realidades, has respirado otro aire, sentido otros alientos cerca de tí.

O no. Serás como yo. Como casi todos, no? Estacionados.
Esperando el próximo día.
l pŕoximo trabajo.
A la pŕoxima chica, o chico.
Al pŕoximo suceso.
Cansado de oir historias de los demás que, en realidad, no te interesan, poruqe estás estacionado. Porque estoy estacionado.



Pero bueno. No es así en realidad, no? Todos hacemos un camino constante. Y de la propia opinión de cada uno sobre su camino, depende lo miserable que este pueda llegar a parecer o no. Si rte sientes orgulloso y concento de haber vivido, tu vida resultará interesante. Si no. Si menosprecias tu pasado, que es tu poso, quedarás callado y no serás nadie.
Es mejor enriquecerse de la ilusión de los recuerdos de los demás que ennegrecerse con sensaciones de inferioridad.
Claro, esto es facil de decir cuando sientes que las cosas no funcionan y tienes que encontrarte, y para eso hay que buscarse por ahí, para poder recordar de donde vengo...




(y otro texto que no tengo aun el valor o no se qué me pasa con él, pero no lo puedo publicar)

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