Ojalá hagamos de la felicidad una cosa profunda. Ojalá no la confundamos con la estupidez jamás, jamás.


(Angélica Lidell)


domingo, 5 de julio de 2009

Ahora es el momento...

Toda la vida diciendo lo mismo. Que ahora es el momento.
Ahora es el momento de ir al colegio.
Ahora es el momento de hacer la comunión.
Ahora es el momento de probar el alcohol, los porros, la coca.
Ahora es el momento de ser rebelde.
Ahora es el momento de elegir una carrera, un futuro.
Eligiendo momentos y ahoras. La vida etiquetada y compartimentada en camaras estancas conformadas por nuestras decisiones. Banales, insulsas.
Para las verdaderas decisiones, no hay tiempo? nunca llega el ahora?
Porque en realidad, no creo que sea el momento de nada de todo eso, sino de lo que de verdad importa. De empezar a querernos y a gritar. De dejarnos llevar y poder llorar y reir de verdad. Es el jodido momento de empezar a ser personas, de dejar de pasar por el aro, de dejar de hacer "lo que hay que hacer", de dejar de querer, de dejar de estar solos, de pretender conocerse perféctamente.
Es el momento de la duda y compasión, y la ternura y las sensaciones. Pero no hay lugar a la duda en este lugar. Las opiniones oficiales, de masas, se reducen a defender lo que hay como una necesidad. De defender esta "mitocracia" como la "verdad indiscutible, aunque sí criticable siempre, desde luego, desde una postura políticamente correcta". Es tanto el miedo que nos han inculcado a dudar del supuesto "sentido común", a dudar de la inevitabilidad de este sistema y su comportamiento que hay cosas que ya damos por sentado. ¿Dónde queda el principio de Incertidumbre? Si dudo de mi mismo, si en el fondo, aunque sea muy en el fondo y lo note muy sutilmente, estoy dudando de casi cada cosa que hago y pienso, cómo no dudar de lo que me rodea? Así, al menos, seríamos más abiertos. Las verdades absolutas han llenado la historia de muertos.
No hay compasión en este lugar, no. No hay compasión cuando haces sentir mal a las personas que amas por culpa de los miedos inculcados, de las mentiras autoimpuestas que surgen del miedo. No hay compasión cuando nos quedamos de brazos cruzados a verlas venir, admirando la debacle del sistema económico mundial como si fuera una película. Como si fuera algo que en relidad solo nos va a tocar de costado. Pero no hay compasión cuando a un montón de jóvenes tirando piedras a un edificio donde se reune el FMI o kualkier otro de esos hijos de puta, se les llama "violentos". Deberíamos tirar las televisiones y los periódicos a la basura en ese preciso instante. "Violentos". A veces me parece más compasivo dejarse apalizar por los antidisturbios que ir a comprar productos ecológicos a un carrefour.
¿Ternura? La ternura se ha convertido en un producto de marketing. Se llama Anais-Anais, de Cacharel; o Hello Kitty; o Interflora. La ternura se ha convertido en un estereotipo. En velitas y colchas suaves y cosas así. Y además, sin compasión, no puede haber ternura.
Y a ver si dejan ya de decirnos qué debemos sentir, cómo lo debemos sentir, porqué lo debemos sentir así y todas esas chorradas, y que no nos juzgue, ni la sociedad, ni los jueces, ni los padres, ni los vecinos, ni los periodistas, ni los compañeros, ni nuestra pareja. Ni nosotros mismos, al menos sin deliberarlo bien antes. Sentir, tener sensaciones, es lo más sencillo que podemos hacer. Y una de las cosas más satisfactorias, o la que más. Porqué hay que juzgar tanto las sensaciones? Prefiero las malas sensaciones que me impongo que las buenas sensaciones que me recomiendan los "entendidos". Prefiero las buenas sensaciones que me proporcionan las personas humildes.
Pues sí, kizá vaya siendo hora...



http://www.youtube.com/watch?v=CCKGsCE3jjo

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